martes, 13 de diciembre de 2011

Sobre los Conceptos

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Definición subjetiva de la palabra Concepto.

Subjetivamente, un "concepto" es una agrupación simultanea de lo que nosotros consideramos como las "características inherentes" a las cosas existentes en el espacio y a los fenómenos existentes en el tiempo, por lo cual cada concepto "unifica" en sí mismo no solo las características de las cosas y los fenómenos sino también las propiedades del tiempo y del espacio. De tal forma que, al contener dentro de sí simultáneamente las "características inherentes" a las cosas, los fenómenos, el tiempo y el espacio, los "conceptos" no puede ser considerados ni como cosas, ni como fenómenos, ni tampoco pueden estar contenidos ni en el tiempo ni en el espacio. Por lo cual podemos afirmar subjetivamente que todo "concepto" se eleva a sí mismo FUERA de los LÍMITES del espacio y del tiempo.


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Definición objetiva de la palabra Concepto.

Objetivamente, un "concepto" es una "definición única e individual" de un "conjunto" determinado de CAUSAS DESCONOCIDAS que al entrar en contacto con "nosotros" originan "nuestra percepción". De tal forma, que cada "concepto" AGRUPA un "segmento" de dichas CAUSAS bajo el "nombre" de una cosa o un fenómeno, permitiendo así, que dicho SEGMENTO se "unifique" en "las características inherentes" a un objeto o fenómeno determinados, lo cual nos da la posibilidad de RELACIONARNOS espacial y temporalmente con las mencionadas CAUSAS, al dejar de considerarlas como ALGO DESCONOCIDO. De tal manera, que podemos afirmar que las "características inherentes" a las cosas y los fenómenos, son ilusiones CREADAS por nosotros mismos para poder "ver" el SEGMENTO de ALGO DESCONOCIDO que entra en contacto con nosotros y ORIGINA o CAUSA "nuestra percepción".


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Sobre la naturaleza dual de todo Concepto.

Todo "concepto" es dual porque siempre incluye dos elementos, cada uno de los cuales se utiliza para "definir" al otro, lo cual implica que para "nosotros" ninguna "cosa o fenómeno" puede ser explicado por sí mismo, ya que siempre tiene que ser "definido" RELACIONANDOLO O NO RELACIONANDOLO con la existencia de otra "cosa o fenómeno".


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La unidad básica de nuestra percepción es una sensación. Una sensación es un cambio elemental en el estado de nuestra vida in­terior, producido, o así nos parece, por algún cambio en el estado del mundo exterior en relación con nuestra vida interior, o por un cambio en nuestra vida interior en relación con el mundo exterior. Así nos lo enseñan la física y la psicofísica. No me ocuparé aquí de la cuestión de lo correcto o lo incorrecto de las Interpretaciones adelantadas por estas ciencias. Basta definir a una sensación como un cambio elemental en el estado de la vida interior, o sea, como el elemento, o la unidad básica de este cambio. Experimentando una sensación, suponemos que es, por decirlo así, un reflejo de algún género de cambio en el mundo externo.

Las sensaciones que experimentamos dejan en nuestra memoria cierta huella. Al acumularse, los recuerdos de las sensaciones em­piezan a mezclarse, en nuestra consciencia, en grupos de acuerdo con su semejanza, para asociarse, juntarse o contrastarse. Las sensaciones, experimentadas habitualmente en estrecha conexión entre sí, surgirán en nuestra memoria preservando la misma co­nexión. Y gradualmente, de los recuerdos de las sensaciones se for­man las representaciones. Las representaciones, por decirlo así, son recuerdos agrupados de sensaciones. En la formación de las sensaciones, el agrupamiento de las sensaciones sigue dos direc­ciones claramente definidas. La primera dirección es de acuerdo con el carácter de las sensaciones: así, las sensaciones de color amarillo se vincularán con otras sensaciones de color amarillo, las sensaciones de gusto ácido, con otras sensaciones de gusto ácido. La segunda dirección es de acuerdo con el tiempo de recibir la sensación. Cuando un grupo, que forma una representación, con­tiene diferentes sensaciones experimentadas simultáneamente, el recuerdo de este grupo definido de sensaciones se atribuye a una causa común. La "causa común" se proyecta en el mundo externo, como el objeto; y se da por sentado que la representación dada re­fleja las propiedades reales de este objeto. Tal recuerdo agrupado constituye una representación, como, por ejemplo, la representa­ción de un árbol: este árbol. En este grupo entra el color verde de las hojas, su olor, su sombra, el sonido del viento en las ramas, etc. To­das estas cosas, consideradas juntas, forman, por decirlo así, el foco de los rayos emitidos por nuestra mente y enfocados gra­dualmente sobre el objeto externo, que puede coincidir bien o mal con éste.

En las otras complejidades de la vida mental, los recuerdos de las representaciones experimentan el mismo proceso que los re­cuerdos de las sensaciones. Al acumularse, los recuerdos de las representaciones o Imágenes de la representación se asocian siguiendo los lineamientos más variados, se juntan, contrastan, forman grupos y, al final, dan origen a conceptos.

Así, de las varias sensaciones experimentadas en diferentes épo­cas (en grupos), surge en un niño la representación de un árbol (este árbol), y luego, de las imágenes de representación de diferentes árboles se forma el concepto de un árbol, o sea, no de este árbol particular sino de un árbol en general.

La formación de los conceptos conduce a la formación de pala­bras y a la aparición del lenguaje.

Los rudimentos del lenguaje pueden aparecer en el nivel más bajo de la inteligencia, en la etapa de vivir de sensaciones; en la etapa de vivir de representaciones, el lenguaje se vuelve conside­rablemente más complejo. Pero, mientras no haya conceptos, no será lenguaje en el verdadero sentido de la palabra.

En los niveles inferiores de “la inteligencia”, ciertas sensaciones pueden expresarse mediante ciertos sonidos. De este modo, es posi­ble transmitir impresiones generales de miedo, ira, placer. Estos sonidos pueden servir como señales de peligro, como un grito de llamada, un ruego, una amenaza, etc. Pero no podemos transmitir mucho con ellos.

En el subsiguiente desarrollo del lenguaje si las palabras o los sonidos expresan representaciones, como en el caso de los niños, eso significa que un sonido dado o una palabra dada designan sola­mente este o aquel objeto particular. Para cada nuevo objeto simi­lar deberá haber un nuevo sonido o una nueva palabra. Si quien habla designa objetos diferentes con la misma palabra o con el mismo sonido, eso significa que, según su opinión, es un mismo ob­jeto, y que él llama con el mismo nombre objetos que se sabe que son diferentes. En uno u otro caso, es muy difícil entenderle. Y este género de lenguaje no puede servir como ejemplo de claridad expre­siva. Por ejemplo, si un niño llama a un árbol con cierto sonido o palabra, teniendo presente sólo aquel árbol, y estando en completa ignorancia de los otros árboles, entonces todo nuevo árbol que vea lo llamará con otra palabra, o lo confundirá con el mismo árbol. El lenguaje en el que las "palabras" corresponden a representaciones, consiste, por decirlo así, en nombres propios; no tienen aún sus­tantivos genéricos. Además, no sólo los sustantivos, sino también los verbos, los adjetivos y los adverbios tienen el carácter de "nombres propios"; o sea, nombres aplicables solamente a la acción dada, a la cualidad dada, a la característica dada.

La aparición de palabras de significado general índica la apari­ción de conceptos en la mente.

El lenguaje consiste en palabras; cada palabra expresa un con­cepto. Un concepto y una palabra son realmente la misma cosa, sólo que uno (el concepto), por decirlo así, significa el aspecto inte­rior, mientras que la otra (la palabra) significa el aspecto exterior. O, según el doctor Bucke (autor del libro Cosmic Consciousness, acerca del cual tendré mucho que decir más tarde), la palabra (o sea, el concepto} es el signo algebraico de una cosa.

Se ha notado miles de veces que el cerebro de un hombre que piensa no supera en tamaño al de un salvaje que no piensa, como la proporción en la que la mente del pensador en nada supera a la del salvaje. La razón es que el cerebro de Herbert Spencer tiene poquísimo mas trabajo que hacer que el cerebro de un nativo australiano, por esta razón: que Spencer realiza todo su trabajo mental característico mediante signos o cifras que sig­nifican conceptos, mientras el salvaje realiza todo o casi todo lo suyo por medio de engorrosas representaciones. El salvaje está en una posición comparable a la de un astrónomo que efectúa sus cálculos mediante aritmética, mientras Spencer está en la posición de quien los efectúa mediante álgebra. El primero lle­nará de cifras muchas hojas grandes de papel y sufrirá una fati­ga inmensa; el otro hará los mismos cálculos en un sobre y con comparativamente poco trabajo mental.

En nuestro lenguaje las palabras expresan conceptos o ideas. Las ideas son conceptos más amplios; no son un signo agrupado de representaciones similares, sino grupos que abarcan representa­ciones distintas, o incluso grupos de conceptos. De esta manera, una idea es un complejo o un concepto abstracto.

Además de las simples sensaciones de los órganos de los senti­dos —color, sonido, tacto, olor y sabor; además de las simples emociones de placer, desagrado, alegría, temor, sorpresa, asombro, curiosidad, risa, ira y muchas otras, se producen en nuestra consciencia series de sensaciones complejas y emociones superiores (complejas) —emoción moral, emoción estética y emoción reli­giosa. El contenido de las experiencias emocionales, hasta de las más simples, para no decir nada de las que son complejas, nunca podrá ajustarse totalmente a conceptos o ideas y, por tanto, nunca podrá expresarse correcta y exactamente en palabras. Las palabras sólo podrán sugerirlo o conducir a él. La interpretación de las expe­riencias emocionales y de la comprensión emocional es el objeto del arte. En la combinación de palabras, en su significado, en el rit­mo, en la música, en la combinación de significado, ritmo y música; en sonidos, en colores, en líneas, en formas, los hom­bres crean un nuevo mundo y tratan de expresar en él lo que sien­ten pero no pueden expresar y transmitir simplemente en palabras, o sea, en conceptos. Los tonos emocionales de la vida, o sea, los "sentimientos" se expresan mejor en música. Por otro lado, la música es cabalmente incapaz de expresar conceptos, o sea, pensa­mientos. La poesía apunta a expresar a los dos juntos. La combina­ción de sentimiento y pensamiento de alta intensidad conduce a una forma superior de vida interior, difícil de definir en lenguaje corriente. Así, en el arte ya hallamos los primeros experimentos en un lenguaje del futuro. El arte marcha a la vanguardia de la evolu­ción interior, anticipando las formas que ha de asumir mañana.

En el momento presente, un hombre promedio, considerado como norma, tiene tres unidades de vida mental: sensación, repre­sentación y concepto. La observación nos muestra además que, en algunas personas, en ciertos momentos aparece, por decirlo así, una cuarta unidad de vida mental, que diferentes autores y escuelas llaman con distintos nombres, pero en la que el elemento de la per­cepción o el elemento de las ideas está siempre conectado con el ele­mento emocional.

Si la idea de Kant es cierta, si el espacio con sus características es una propiedad de nuestra consciencia y no una propiedad del mundo externo, entonces la tridimensionalidad del mundo deberá depender, de algún modo, de la constitución de nuestro aparato mental.

Concretamente, la cuestión puede plantearse de este modo:
¿Cuál es la relación de la extensión tridimensional del mundo con el hecho de que nuestro aparato mental contenga sensaciones, re­presentaciones y conceptos, y que estén exactamente en este orden?

Tenemos un aparato mental de este género y el mundo es tridi­mensional. ¿Cómo demostrar que la tridimensionalidad del mun­do depende de esta particular constitución de nuestro aparato men­tal?

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